sábado, 31 de diciembre de 2011

Las pequeñas cosas


CUENTOS
Noviembre / 2009

La noche cayó sin darme cuenta, y aunque la oscuridad y el frío paracían haberlo invadido todo, el resplandor de la vela que se acercaba desde la otra recámara me advertía que la noche sólo acababa de llegar.


Me percaté sorprendido que había pasado la tarde leyendo y que en nada aproveché la débil luz que el sol de noviembre nos regalaba para preparar las duras y eternas noches. Perdido en nuevos reproches y lamentaciones ignoré como la llama cruzaba la sala, descendía hasta el suelo junto al hueco que hacía de chimenea y se detenía. El roce de los troncos y ramitas apilándose juntos se me antojo aún como parte de la banda sonora de mis reflexiones y no fue hasta que una voz, su voz, esculpida en los años, resonó en el espacio, que comprendí que no estaba todo perdido, que aún había esperanza.

- ¿Vas a querer una taza de café?

- Sí.

Acerté a decir con un torpe silbido mientras la autonomía de mi cuerpo se liberaba del mundo mental que la retenía.

- Imagino que debe gustarte el frío y la penumbra.

Sonreía mientras acomodaba lo que sería un cálido fuego, que no haría que amaneciera antes pero mitigaría el tiempo hasta entonces.

Me dispuse a ayudar pero sólo acerté a ponerme en pie y acercarme a él. ¿Por qué cuando más urgente se hace la acción, más excusas, más bloqueos, más necedad se aprestan?

La vela volvió a levantar el vuelo, y con un ágil movimiento se introdujo bajo la estructura de troncos y ramitas. Poco a poco, entre crujidos y explosiones un nido de llamitas fue creciendo abriendo un pequeño paréntesis de luz dentro de la noche. Y ahí estaba la olla con el agua preparada para calentarse soñando ser café, y ahí su cara, ahí las arrugas que la felicidad le legó para que enriquecieran su mirada, aquella que en su reflejo guardaba un fuego recién prendido. Un fuego más allá del que ahora nos acariciaba cálidamente la piel.

- La noche es el menor de los males - dijo quién sabe si a mí, al fuego o a nadie - la mentira que acecha en estas noches de noviembre, que aprovecha el frío y el miedo de nuestros corazones, que busca por todos sus medios alcanzar su ansia, su ansiedad. Es lo que nos debe ocupar. No por temerle como a veces tememos a la oscuridad, sino para no dejar de hacer las pequeñas cosas que nos permitan abrir los paréntesis necesarios para llegar a un nuevo amanecer.

La noche siguió su curso y el café y el fuego su cometido. Y sus palabras, esculpidas en la experiencia, resonaron no sólo en esa noche, sino en todas aquellas en las que la mentira se esconde para amenazar nuestros sueños.



Se viven momentos donde la mentira y la hipocresía despuntan en bolsa, dan confianza a los mercados, estabilidad a los gobiernos y desesperanza a la mayoría de las personas. Momentos cada uno de nosotros y nosotras no debe olvidar que ante este frío del alma, como ante cualquier otro frío, no debemos olvidar hacer esas "pequeñas cosas" que nos aseguren el calor a nosotros mismos y a los nuestros. Un calor distinto, un calor del alma.
Ánimo y felicidad para el 2012


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