(( RetPortajes ))
Noviembre / 2010
publicado en la revista Yerba
Este pasado noviembre
2.600 efectivos de la policía y militares, apoyados por helicópteros
artillados y francotiradores, entraron a uno de los conjuntos de
favelas más importantes de Rio de Janeiro, el Complexo do Alemao. Su
misión: tomar las quince favelas que conforman el conjunto, el
bastión de la principal organización delictiva de la ciudad según
la policía, el Comando Vermelho. Después de cuatro días de
intensos combates casa por casa las autoridades afirmaron tener bajo
control la situación y haber hecho huir a los 500 traficantes que se
habían atrincherado en este complejo al norte de la ciudad. El
segundo más importantes de Rio y donde habitan unas 400.000
personas. En el último día de enfrentamientos los cuerpos de
seguridad izaron las banderas de Brasil y del estado de Rio en el
pico del Alemao para simbolizar la recuperación del complejo por
parte del estado. El operativo para asegurar la zona le costó la
vida a 50 personas, muchas de ellas vecinas del barrio que no tenían
vínculos con el crimen organizado.
Rio de Janeiro, también conocida como “La ciudad
maravillosa”. El destino turístico más importante del hemisferio
sur. Las playas de Copacabana e Ipanema, la estatua del Cristo
Redentor con sus brazos abiertos, el estadio de Maracaná, los
carnavales, la samba... imágenes del Rio mediático como paraíso
terrenal que contrastan radicalmente con la realidad de las favelas,
asentamientos irregurales ubicados muchos de ellos en la zona
turística. Según datos del propio gobierno, en el 2009 había 937
fávelas en Rio que ocupaban un área total cercana a los 50
kilómetros cuadrados. Estos barrios con casas de aspecto rústico,
también llamadas “barracos”, sin servicios básicos como luz
eléctrica, saneamiento o agua corriente, sin ordenamiento urbano son
el hogar donde malvive una población con muy bajos recursos que
alcanza los 3 millones de personas. Todo esto en la segunda ciudad
más rica de Brasil y que se encuentra entre las 50 más ricas del
mundo. Una realidad que no es nueva ni exclusiva de Rio de Janeiro,
que se remonta a la década de los 60 cuando la migración del campo
a la ciudad, la permisividad del gobierno a los nuevos asentamientos
y el abandono al que se los relegó después. Un contexto perfecto
para la proliferación de la violencia, el narcotráfico y donde se
hace muy difícil la supervivencia. Un escenario que se repite a
distintos niveles en el resto de países latinoamericanos y que se
aborda de la misma manera: la prohibición del consumo de droga y la
guerra.
Guerras o pacificaciones
6 tanques blindados del ejército brasileño se
desplegaron a la entrada del barrio Penha. Aunque su misión era
únicamente logística fue el primer paso de la ocupación por parte
de agentes policiales y militares a pie del Complexo do Alemao. Para
un simple conflicto urbano el uso de armamento bélico y el
despliegue militar es desproporcionado, algo que según una
filtración de Wikileaks no pasa desapercibido al cónsul
estadounidense en Rio de Janeiro, Dennis Hearne, que afirma en varios
documentos que el plan de pacificación que se está llevando a cabo
en la ciudad carioca desde 2008 tiene características similares a
las estrategias de constrainsurgencia que emplea el ejército
estadounidense en Afganistán. La pieza clave de esta estrategia es
la Unidad Policial de Pacificación (UPP) compuesta por unos 500
agentes. Un cuerpo policiaco/militar encargado de la lucha en las
favelas y contra grupos del crimen organizado. Aunque en ningún
momento el gobierno de Brasil utiliza la palabra guerra, para un
representante del Comité Internacional de la Cruz Roja, mencionado
en las filtraciones del consulado aunque sin detallar su nombre por
seguridad, este conflicto en el que existen facciones organizadas con
el monopolio del uso de la violencia, que libran enfrentamientos
constantes entre ellos y con una población civil atrapada en los
combates se asemeja en mucho al concepto de guerra civil. Son 17.500
efectivos los que la policía mantiene en estado de alerta. Por su
parte, el general en jefe del ejército brasileño, Enzo Peri,
anunció recientemente que el ejército no intervendrá directamente
en los enfrentamientos pero si ocupará y hará patrullajes al
interior de las favelas para garantizar la paz en esos lugares. Tal y
como lo lleva realizando durante varios años en Haití.
Nadie quiere ser pobre
Rio de Janeiro vive una inmensa fractura en su
interior. La zona residencial y turística situada más al sur y la
empobrecida zona norte. La primera recibe toda la atención y gran
parte del recurso de la ciudad, la segunda sufre en su interior al
crimen organizado y recibe la atención de los cuerpos de seguridad.
El olvido del gobierno carioca de esta población desplazada y
marginada tiene décadas. Es a partir de 2008 cuando se plantea la
estrategia de pacificación llevada a cabo por la UPP. Además de la
pacificación por medio de las armas el plan incluye atender, tras
ser pacíficada la zona, las carencias de servicios públicos,
materiales y de oportunidades que sufre la población. Con la
asignación de la Copa del Mundo de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas
de 2016 a Brasil, los ojos del mundo se han posado en el país y en
las ciudades que serán sedes de ambos eventos deportivos. Algo que
obligó a los responsables políticos y policiales a combatir las
consecuencias del abandono económico y social de las favelas,
mientras olvidan de nuevo las causas. Es el propio cónsul, Dennis
Hearne, el que en la filtración publicada por Wikileaks destaca que
si bien las ocupaciones de favelas por parte del ejército y la
policía son todo un éxito, la llegada de recursos, la instalación
de servicios básicos y el inicio de planes de asistencia social no
tienen un avance similar.
Buenos y malos
“Ganamos”, proclamó Mario Sergio Duarte, jefe de
la policía de Rio, cuando sus hombres plantaron las banderas del
país y del estado tras la ocupación del Complexo do Alemao, un
lugar donde no imperó la ley desde décadas atrás. Tampoco apuntó
quienes ganaron exactamente. Los bandos enfrentados: fuerzas
policiales por un lado y mafias del crimen del organizado por otro,
no tienen en cuenta a la población que habita estos barrios. Fuera
del alcance de las políticas y servicios públicos, sin posibilidad
de acceder a ingresos legales suficientes para asegurar su
supervivencia incrementan la fuerza de las organizaciones delictivas
y por otra se exponen a las balas de las unidades policiales y
militares que entran a pacificar. En la filtración de Wikileaks
Hearne añade que aunque la información gubernamental no menciona en
ningún momento la muerte de civiles a manos de policías diferentes
organizaciones no gubernamentales aseguran que cientos de personas
han sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales. Human Rights Watch
informó haber documentado mil 137 casos de personas asesinadas por
fuerzas policiales sólo en 2008. A esto el cónsul añade que la
organización local Global Justice denuncia que la policía no
distingue entre delincuentes y habitantes de la favela y que es la
propia corrupción policial la que incrementa la violencia en los
barrios, donde los propios agentes combaten por el control de la
droga. De hecho el actual programa de pacificación es la
reproducción de otro aplicado en 1986, así lo denuncia en uno de
sus memorandos el Instituto Brasileño para el Análisis Social,
donde destacan que la policía intentó con estrategias similares
acabar con el tráfico de droga hasta que ellos mismos se
involucraron en el narco negocio. Como en el caso mexicano y
colombiano, en Brasil, después de muchos años de corrupción
política e institucional las redes del crimen organizado han
permeado hasta las más altas esferas de poder institucional, pensar
que golpeando las organizaciones delictivas de las favelas se
solucionará el problema del narcotráfico en el país, es como
pretender acabar con la falta de oportunidades, la carencia de
servicios públicos y la pobreza con patrullajes de vehículos
militares por los barrios marginados.
De la rabia al terror
A la vez que se llevaban a cabo los operativos
policiaco militares, el periódico O Globo realizó una entrevista a
Marcos Camacho, más conocido como “Marcola”, uno de los máximos
dirigentes de la organización delictiva Primer Comando de la Capital
(PCC). Sus respuestas desvelan una realidad difícil de abordar con
las herramientas que ahora se conocen. “Yo era pobre e invisible.
Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil
resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio:
migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas
periferias; la solución nunca aparecía… ¿Qué hicieron? Nada.
¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para
nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las
villas en las montañas o en la música romántica sobre la belleza
de esas montañas al amanecer, esas cosas… Ahora estamos ricos con
la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo.
Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social.” Así
se define Marcola y define la realidad de las favelas desde su celda
en un penal de Sao Paulo. “No hay más proletarios, o infelices, o
explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en
el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose
en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de
la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua. Está
delante de una especie de post miseria. La post miseria genera una
nueva cultura asesina.” Cuestionado sobre esta nueva ofensiva
policial contra la delincuencia organizada Marcola responde
sonriente: “¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares no
manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un
escritorio… Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro,
¿entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el
funcionario vacila, es despedido y "colocado en el microondas".
Ustedes son el estado quebrado dominado por incompetentes.” Frente
a estas declaraciones la postura oficial sigue siendo inoportuna:
guerra y prohibición. Por más fuerza que se use para imponer ambas,
nunca serán la solución.
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